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CUANDO RESIGNIFICAR NO ES LA RESPUESTA: SOLTAR LO QUE NUNCA FUE

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22/04/2025

Este artículo es una continuación de la reflexión anterior sobre El eco de las despedidas. Nuevamente, es una reflexión personal sin enfoque clínico.

Esta vez quiero hablar de aquellas despedidas que no solo duelen, sino que nos mantienen atrapados.

No todo lo que perdemos merece ser guardado. No todo lo que nos marcó fue amor. Y no todas las ausencias deben encontrar un lugar dentro de nosotros. Resignificar no es siempre lo adecuado y hay despedidas que son el punto de partida para recuperar nuestra propia historia.

El amor que nos transforma vs. el amor que nos ata

Decía Viktor Frankl que el sentido del sufrimiento depende de la historia que construyamos a partir de él. Cuando un amor fue significativo, resignificar el duelo puede ayudarnos a encontrarle propósito. Podemos darle un lugar en nuestra historia sin que nos lastime, permitiéndonos seguir adelante con lo aprendido.

Pero no todos los vínculos merecen resignificarse. Nietzsche advertía sobre cómo ciertas creencias pueden convertirse en cadenas invisibles que nos mantienen atados a lo que nos destruye. En esos casos, no se trata de encontrarle sentido a la ausencia, sino de romper con ella.

Cuando un amor nos dejó más dudas que certezas, más ansiedad que paz, más heridas que crecimiento, no es un amor que debamos seguir llevando con nosotros. Algunas despedidas no deben encontrar un lugar en nosotros. Deben cerrarse para permitirnos avanzar.

Resignificar vs. Aferrarse: la línea del autoengaño

Decíamos en el artículo anterior que algunas personas dejan una huella que merece un espacio en nuestra historia. Pero, ¿qué pasa con aquellas historias que no nos hicieron bien?

Desde la psicología, sabemos que el apego a una relación dañina no es solo una cuestión emocional, sino neurológica. John Bowlby hablaba de cómo los vínculos que generan angustia y alivio intermitente activan nuestro sistema de recompensa, generando una dependencia parecida a la adicción.

A veces, no extrañamos a la persona, sino la montaña rusa emocional que nos hacía sentir vivos. Nos acostumbramos a medir el amor en función del sufrimiento. Y ahí es cuando idealizamos la herida en lugar de cerrar la cicatriz.

Resignificar es integrar. Aferrarse es estancarse.

Algunas señales de que no estamos resignificando, sino idealizando:

  • Si el recuerdo de la relación nos produce más ansiedad que calma.

  • Si seguimos esperando validación de alguien que ya no está.

  • Si nos aferramos a la idea de que "pudo haber sido" en lugar de aceptar lo que fue.

  • Si sentimos que, al soltar, perdemos una parte de nuestro propio valor.

La metamorfosis del duelo: Nietzsche y la reconstrucción personal

Nietzsche planteaba que el proceso de transformación personal pasa por tres etapas, cada una representando un estado mental que define cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás:

1. El Camello: Cargando pesos que no nos pertenecen

El Camello representa el estado en el que aceptamos sin cuestionar las cargas que la sociedad, la cultura o nuestra crianza nos han impuesto. En este estado, simplemente soportamos, obedecemos y cargamos con ideas que pueden no ser nuestras.

Ejemplo:

"Si sufro lo suficiente, eventualmente me querrá."

"Si aguanto lo suficiente, lo cambiaré."

"Si me esfuerzo más, me elegirá."

En muchas crianzas o en la cultura se nos ha enseñado que el amor verdadero es sacrificio, que debemos probar nuestro valor siendo incondicionales, que aguantar es sinónimo de amor.

Este es el punto donde podemos quedar atrapados en una relación que nos lastima, no porque  queramos sufrir, sino porque nos enseñaron que nuestra valía depende de la validación de otro.

Nos han enseñado que el amor verdadero es aguantar, pero… ¿es realmente amor si nos destruye?

2. El León: Rompiendo las cadenas

El León es la fase de la rebeldía, donde nos damos cuenta de que podemos decir que no, de que podemos soltar lo que nos duele y dejar de vivir bajo las reglas impuestas por otros. Es el momento en que luchamos por nuestra independencia emocional.

 

Ejemplo:

"No quiero volver a sentirme así."

"Ya no permitiré que nadie me trate de esa manera."

"Me dolió demasiado, pero ahora debo demostrar que soy más fuerte."

Aquí nos damos cuenta de que el amor no es sacrificio, que no debemos demostrar nuestro valor a nadie. El León rompe con la necesidad de aprobación y se rebela contra lo que lo mantenía atrapado.

El problema es que, si bien el León se libera, aún sigue en guerra con su pasado. Sigue definiéndose a partir de lo que lo lastimó. La verdadera libertad llega cuando deja de pelear y empieza a construir.

3. El Niño: Crear desde nuestra propia esencia

El Niño representa la verdadera libertad emocional. Es el estado en el que ya no estamos reaccionando a lo que nos pasó, sino que hemos construido una nueva identidad basada en lo que realmente somos.

 

Ejemplo:

"El amor no debe doler."

"Mi valor no depende de si alguien me elige o no."

"No necesito probarle a nadie que merezco amor, porque yo ya lo sé."

Aquí ya no hay resentimiento ni necesidad de aprobación. No buscamos venganza ni explicaciones. Simplemente elegimos lo que nos hace bien.

Aquí ya no nos definimos por lo que perdimos, sino por lo que elegimos. La ausencia deja de ser un peso y se convierte en un recuerdo sin ataduras.

Cuando resignificar no es opción: el amor que solo es control

Hay ausencias que no deben resignificarse. Hay vínculos que no fueron amor, sino reflejos de control. No todas las historias son aprendizaje; algunas fueron manipulación disfrazada de vínculo.

 

En la vida, hay formas de relación donde uno da, se expone, se vulnera… y el otro solo observa desde el centro de su necesidad. No construye. No se implica. Solo usa.

 

No se quedan porque amen, sino porque necesitan saberse indispensables. No regresan por ternura, sino para asegurarse de que aún pueden volver.

 

Ese tipo de presencia no abriga. Destruye. Infla un ego que se alimenta de la duda y el sufrimiento del otro. Que crece al ver cuánto cuesta soltarlo. Que se reafirma cada vez que alguien se rompe por él.

 

Y cuando alguien nos convence de que debemos esforzarnos para ser suficientes, que nuestro valor depende de él, que su validación es un favor que nos otorga —y lo hace de forma intermitente—, que su ausencia es un castigo… y nos hace creer que es culpa nuestra, eso no es amor. Eso es poder mal intencionado. Eso es manipulación.

 

Si al salir de una relación sentimos que perdimos una parte de nosotros, es posible que esa parte nunca nunca haya sido nuestra. Que solo estuviéramos sosteniendo la imagen de alguien más, alguien que se alimentaba reforzando nuestras heridas del pasado.

 

En este caso soltar no es perder, sino recuperar lo que nunca debimos ceder.

Cómo identificar un vínculo que solo nos mantiene atrapados

  1. Nos hicieron sentir que no éramos suficientes.

  2. Nos validaban y luego nos quitaban esa validación.

  3. Nos comparaban con su pasado o nos hacían sentir reemplazables.

  4. Cuando intentábamos alejarnos, nos volvían a buscar solo para confirmar que seguíamos ahí.

Cuando aferrarnos nos hace perder lo realmente significativo

A veces, la obsesión por mantener una relación que no nos hizo bien nos hace perder lo más valioso: nuestra propia relación con nosotros mismos.

Perdemos tiempo, energía y oportunidades. Nos aferramos a lo que no fue en lugar de invertir en lo que sí puede ser.

Nos quedamos donde ya no nos ven, mientras perdemos lo que sí podría vernos de verdad.

Conclusión

Hay despedidas que deben cerrarse. No porque la historia no haya sido importante, sino porque seguir atados a ella nos impide escribir nuevas páginas en nuestra vida.

Algunas ausencias deben resignificarse. Otras deben dejarse ir. El tiempo nos da claridad sobre cuáles merecen quedarse y cuáles solo nos estaban reteniendo.

Antes de despedirme…

Si tú estás leyendo esto, deseo que encuentres paz. Que recuerdes que no necesitas demostrar tu valor para merecer amor. Que lo mereces sin condiciones. Porque eres una persona genuina, y por todo lo que eres y representas, es imposible que tu esencia no resuene cada día. No se borra. Y ese valor, de corazón, espero lo encuentres dentro de ti.

¿Qué elijo yo? Elijo resignificar. No obstante, sé que cada proceso es único, y cada historia tiene su propio ritmo. Eres libre de elegir tu camino. Y aun así, desde el corazón —genuinamente—, deseo que te elijas a ti.

Y con estas palabras, también me despido.

 

Muchas gracias.

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Esta publicación no sustituye el acompañamiento terapéutico ni representa una postura clínica, sino una reflexión personal sobre el duelo y la resignificación emocional desde un sentido filosófico. La complejidad del ser humano es tan amplia, que no existe una única forma de procesar lo vivido. Lo que puede resonar en mí, puede no ser útil para todos. Si necesitas de acompañamiento, no dudes acudir con un profesional, 

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© Jesús [Maciel Z], 2024–2025. Todos los derechos reservados. Este artículo y todos los de la sección están protegidos por la Ley Federal del Derecho de Autor. Queda prohibida su reproducción total o parcial, distribución, traducción, modificación o cualquier otro uso sin autorización expresa y por escrito del autor.

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