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El tiempo pasa: Séneca

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Primer día

Se despierta con el sonido del teléfono.
Ya hay mensajes sin responder.
Mientras se lava los dientes, escucha notas de voz.
Prepara café y revisa las redes sociales.
Alguien está de viaje.
Alguien compró casa.
Alguien logró algo.

Se viste apurado.
Contesta correos en el transporte.
Llega.
Trabaja.
Rinde.

Cumple.

Come algo frente a la computadora.
Tiene una videollamada a las 3.
Contesta un par de bromas por WhatsApp.
Sigue.
Sale tarde.

En casa hay silencio.
Mira el techo.
Siente que el día fue largo.
Y al mismo tiempo… no recuerda haber estado en él.

 

Pasa por la sala.
Ve a su hijo en el piso, con hojas, crayones, un mundo de colores sueltos.
Parece estar dibujando.
Pero él está tan agotado,
que prefiere pasar inadvertido.

Segundo día

A media mañana, sin motivo, se pregunta en qué mes está.
Le cuesta recordarlo.
No porque olvide, sino porque nada lo marca.

Todo es igual.
La ropa, la silla, los saludos, las palabras.
Y sobre la mesa,
un dibujo a medio hacer.
Pero no se detiene.

Recibe un mensaje de su madre: “Llámame cuando puedas.”
Lo ve.
No responde.
No es por maldad.
Es que siente que no tiene energía para hablar…
aunque no sabe en qué la está usando.

Alguien le pregunta si quiere salir el fin de semana.
Responde con un emoji.
Y sigue.

Más tarde, ve un video sobre cómo aprovechar el tiempo.
Pasa al siguiente. Y al siguiente. Y al siguiente.

Sin pensarlo, recuerda una frase que leyó una vez:

 

“No es que tengamos poco tiempo, sino que desperdiciamos mucho.”
— Séneca

Cierra el celular.
Mira el reloj.
Son las 2:48 a.m.

Tercer día

Hoy sí va a ver a su pareja.
Hace semanas que no tienen una conversación sin pantallas de por medio.

 

Cenan juntos.
Ella habla. Él asiente.
Se ríen.
Después, ella le dice:
— Siento que estás, pero no estás.

Él no sabe qué contestar.
Se justifica con el trabajo. Con el estrés. Con la rutina.

Ella no discute.
Solo lo mira con un gesto antiguo.
Un gesto que él reconoce:
es el gesto de quien aún ama,
pero ya empezó a irse.

Esa noche no duerme bien.
Sueña que llega tarde a una estación,
pero el tren ya se fue.

“La vida más ocupada es, con frecuencia, la más vacía.”
— Séneca

 

Cuarto día

Es sábado.
Por primera vez en semanas, no tiene nada urgente.

Se prepara café.
Lo toma en silencio.
Siente que debería disfrutarlo… pero no puede.

No sabe qué hacer con un momento vacío.
Abre redes.
Ve a todos viajando, corriendo, produciendo, sonriendo.

 

Tiene un buen trabajo.
Una buena posición. .
Una familia.
¿Por qué no se siente como ellos?

 

Tal vez es el carro.
Sí.
Su carro parece viejo, ajado.
Con ese carro se siente como "fracasado".
Necesita uno nuevo.
Para eso tiene que trabajar más.
Quizá horas extras.
Quizá fines de semana.
Así se verá mejor.

Ve una llamada perdida de su madre.
No recuerda cuándo fue la última vez que hablaron.
Ve un mensaje de un amigo.
Piensa que ya deben estar molestos.
Mejor no contesta.

Más tarde, su hijo se le acerca.
Lo mira con una mezcla de esperanza y cansancio.
— ¿Vamos otra vez al parque, papá?

Él sonríe, forzando ternura.
Tiene que pensar: muchos pendientes, preocupaciones. 
Está cansado.
Hay que acomodar la agenda, las horas extra, el auto nuevo.

— Será otro día, hijo.

 

Su hijo asiente.
Baja la cabeza.
Y él…
sigue.

“Sufrimos más en la imaginación que en la realidad.”
— Séneca

 

A veces, piensa que si se detiene, todo lo que ha postergado
—sus preguntas, sus vacíos, su cansancio— va a caerle encima de golpe.

 

Y por eso sigue.
Porque si para… podría no saber cómo volver a levantarse.

Quinto día

Está en la cocina, comiendo de pie, sin hambre.
Su hijo se acerca con un dibujo.
— Mira, soy yo en el parque. Y tú estás ahí, conmigo.

 

Él lo mira.
Se reconoce en el dibujo.
Pero no recuerda ese momento.

 

Su hijo le sonríe.
— ¿Te gustó?
Él asiente.
Pero algo dentro se rompe.

Siente una vergüenza nueva.
Una tristeza que no sabía que tenía permiso de sentir.

No por lo que hizo,
sino por todo lo que no ha vivido.

Es él, ausente en lo que realmente importa.
Y el inevitable paso del tiempo
es lo único a lo que no se le debe esperar.
Porque no vuelve.

“El que aprende a morir, desaprende a ser esclavo.”
— Séneca

 

Ese dibujo, sin quererlo, le recordó que el tiempo no es una idea.
Es su hijo creciendo.
Es su vida pasando.
Es él, desapareciendo de lo que aún podía habitar.

Último día

Se levanta.
No toca el celular.
Toma café en silencio, con la ventana abierta.

No es mucho.
No cambia todo.
Pero hoy, está.

Responde la llamada de su madre.
Se queda más tiempo en la mesa con su hijo.
Le pregunta cómo fue su día, y escucha la respuesta entera.
Hace una pausa antes de contestar un mensaje.
Y por primera vez en mucho tiempo,
tiene la sensación de haber estado en su vida.

 

Encontró una virtud.
No perfecta. No solemne.
Pero íntima. Dirigida.
Ahora, en su interior, sabe que tiene sentido para él.

“Ningún viento es favorable para quien no sabe a dónde va.”
— Séneca

 

Ahora sabe a dónde dirigirse.
No sabe dónde terminará,
pero sabe a dónde no volverá.

 

Y eso basta.
Porque hoy,
no llegó tarde.

 

Hoy, llegó.

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Y si algo dentro de ti se ha movido al leer esto,
no te doy una respuesta.
Solo te dejo estas preguntas:

¿En cuántas conversaciones estuviste sin estar?
¿Cuántos momentos valiosos viviste con el cuerpo presente… pero con el alma ausente?
¿A cuántas personas amadas empezaste a alejar solo por vivir en automático?
¿Realmente sientes que estás viviendo?

¿Qué es eso a lo que le estás regalando lo único que no puedes recuperar? 
Que no se compra, que no es éxito ni imagen, ni preocupaciones, pensamientos y opiniones que no están en tu control. 

 

Porque sí.
Es una verdad dura:
el tiempo no vuelve.

Y si al leer esto lo sentiste,
entonces ya diste el primer paso.

No llegues tarde a tu propia vida.

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Esta publicación no sustituye el acompañamiento terapéutico ni representa una postura clínica, sino una reflexión personal sobre el duelo y la resignificación emocional desde un sentido filosófico. La complejidad del ser humano es tan amplia, que no existe una única forma de procesar lo vivido. Lo que puede resonar en mí, puede no ser útil para todos. Si necesitas de acompañamiento, no dudes acudir con un profesional, 

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© Jesús [Maciel Z], 2024–2025. Todos los derechos reservados. Este artículo y todos los de la sección están protegidos por la Ley Federal del Derecho de Autor. Queda prohibida su reproducción total o parcial, distribución, traducción, modificación o cualquier otro uso sin autorización expresa y por escrito del autor.

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